La ventana azul

Wolfgang soñaba con mirar por una ventana azul. Abandonar los charcos que se meten descuidados por los zapatos rotos y dejarse bañar por las aguas cálidas de su imaginación. Por eso Wolfgang nunca paraba de buscar esa imagen tantas veces dibujada, la perfección, las cuatro líneas que enmarcaban el paraíso de sus ojos. Un día lo encontré con su diario de abordo, trazaba con gestos rápidos cada uno de sus itinerarios, los intentos apasionados por alcanzar esa habitación inexistente. Y es que a su alrededor siempre revoloteaba esa ventana azul, un deseo constante que, sin darse cuenta, dejaba estelas de belleza en todo aquello donde posaba su mirada escrutadora.