La ventana azul

Wolfgang soñaba con mirar por una ventana azul. Abandonar los charcos que se meten descuidados por los zapatos rotos y dejarse bañar por las aguas cálidas de su imaginación. Por eso Wolfgang nunca paraba de buscar esa imagen tantas veces dibujada, la perfección, las cuatro líneas que enmarcaban el paraíso de sus ojos. Un día lo encontré con su diario de abordo, trazaba con gestos rápidos cada uno de sus itinerarios, los intentos apasionados por alcanzar esa habitación inexistente. Y es que a su alrededor siempre revoloteaba esa ventana azul, un deseo constante que, sin darse cuenta, dejaba estelas de belleza en todo aquello donde posaba su mirada escrutadora.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estás que te sales, compañera poeta!

mica dijo...

unha paisaxe na que habitar: esa cadeira antóllaseme agora o asento máis confortable do mundo. grazas por facer palpables eses lugares que sen o teu ollo seríannos sempre invisibles,

mil apertas.

Anónimo dijo...

Entonces inventé allí para mí misma esta regla, con el fin de aplicarla a cada decisión que pudiera tomar en el futuro.
Examinaría todos los argumentos y vería cuál correspondía al miedo y cuál a la creatividad, y en igualdad de circunstancias me inclinaría por la decisión que tuviera de su parte mayor número de razones creativas.
Creo que tiene que ser una regla como esta la que impulsa a junquillos y cañas a abrirse paso entre el frío barro.
Katharine Butler Hathaway.

Anónimo dijo...

Dan ganas de sentarse y girar la silla para ver el mar, muy bonita foto