La Sopa




Era como si los segundos se parasen para observarla cada vez que se sentaba en la misma mesa, a la misma hora y pedía el mismo plato. Una sopa. Su sopa. Aquella donde dejaba los posos de una felicidad que se le escurrían a cada cucharada. Y en cada sorbo, un instante de placer, y en cada mueca, un pliegue oblicuo de muñeca de cartón. La conocían todos, pero ella nunca tenía ojos para nadie, únicamente para su tazón relleno de tesoros, de pequeños navegantes rescatados con dedicación, con lenta sabiduría. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y cada pliegue es un anillo del árbol milenario, código del que se leen los años y fosiliza lo vivido.
mis felicitaciones por encontrar la manera de hablar de la vejez y el arraigo con tanta contundencia, en una sola imagen de altísimo talento y sensibilidad. excelente. siga.

eosñtihre

Anónimo dijo...

Enhorabuena churriña. Me han encantado estas fotos. Mi favorita es esta. Me encanta como eres capaz de apreciar todos esos detalles en una imagen tan cotidiana como esta. Es una pena no poder asistir a esa pedazo inauguración. Aunque mi cuerpo no haga acto de presencia no dudes de que mi mente pasará por esa sala y se tomará un vinito a tu salud. Sigue en pie la idea de comprarte una foto para cuando tenga mi casa, vale?
Un besiño y si no te veo antes mucha mierda (como se les dice a los artistas).