La mezquita


Hace calor y las paredes sudan murmullos de miel y especias mezcladas con humedad. Él está solo, tranquilo, gesticulando invisibles líneas del Corán que se esparcen como papeles sueltos, casi voladores. Un golpe de aire y el joven se despista. A veces le despierta su nueva realidad, la que habita justo al otro lado, lejos de su libro finamente decorado con geométricos diseños.

1 comentario:

Manel dijo...

Hola Esther ... me encantó ver nuevas cosas en el páramo. Se te echa de menos.