La niña


Lo observaba todo, su curiosidad iba más allá de los colores luminosos, de las formas infantiles. Ella, nadie sabe cómo, siempre se sacudía la materia cada vez que miraba desde su humilde estatura. Era como si te traspasase con su sonrisa imperfecta. Y después de un suave aleteo de ojos, aquello que ella observaba caía rendido en su red de algodón. Un día la vi desgranando unas flores, parecía aburrida, cansada de tanto soñar. Cuando tuvo suficiente con las flores empezó a danzar sobre los adoquines. Uno, dos, tres, cuatro...y reía...cinco, seis, siete...comenzaba otra vez a embarcarse en vuelos imaginarios. No sé que sería de ella ya de mayor, cuando el preguntar casi no está permitido y uno se sumerje en un traje de colores otoñales. Pero me extrañaría que aquella niña ahora fuese como los otros, de esos que sólo rozan las paredes y ya no saben bailar sobre las calles de piedra.